2 de octubre de 2007

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Mi experiencia en “la carpa”

“Un país que mata a un maestro nos deja sin palabras”

Recuerdo que al leer el e-mail con la consigna de la actividad en la carpa, mi cara cambio de manera radical. Era miércoles 23 de Mayo a las 21:30, cuando, minutos antes de ir a trabajar recordé revisar mi casilla de correo electrónico y me enteré de que al día siguiente tendría que realizar un trabajo de campo acerca de la carpa que los docentes universitarios habían montado en la plaza Pizzurno, frente al ministerio de educación de la nación en señal de protesta. Sin demasiado tiempo, puse a cargar las baterías de mi grabador y pedí prestada la cámara a mi hermana.
La noche pasó lentamente y la mañana llegó con una sensación térmica de diez grados centígrados. Desganado, me levanté dificultosamente de la cama, pero sin despedirme del sueño, me vestí, desayuné apurado y me fui. Al salir, recordé que no sabía a dónde estaba yendo, o, en realidad, no sabía cómo llegar a donde estaba yendo. Por esto, lo primero que atiné a hacer fue llamar a la esposa de mi padre con el fin de que ella me oriente, dado que ella vivió muchos años en el centro.
No fue difícil llegar, preguntando se puede llegar a cualquier lado. Y, justamente las preguntas iban a ser de capital importancia en este trabajo.
Al arribar a la plaza el panorama reflejaba mucho movimiento: hombres y mujeres que seguramente serían docentes con carteles colgados en el pecho con distintas frases de reclamos, docentes hablando frente a públicos delante de pizarrones, gente disfrazada, transeúntes que paseaban durante un instante su mirada por la carpa pero luego continuaban su camino con total indiferencia, y otros estudiantes que, al igual que yo, andaban con sus grabadores y cámaras fotográficas.

En principio comencé casi espontáneamente a sacarle fotos a la carpa aprovechando que en su interior se estaba dictando una clase. Fue en ese entonces cuando una voz me interrumpió. Se habían acercado a mí dos compañeras, quienes me preguntaron si tenía alguna idea de qué era lo que había que hacer: en pocas palabras, estaban en la misma situación que yo, por lo que decidimos recolectar datos los tres juntos.

No sabíamos bien por donde arrancar. Miramos alrededor. La plaza estaba empapelada con carteles y leyendas: “jubilación móvil”, “docentes ad-honorem”, “canasta familiar”, “nomenclador docente”, “FUBA”, “CONADE”, “CTA”, “educación publica y popular”, eran palabras repetidas en varios de ellos, como también lo que se dejaba oír en los discursos de docentes que fuimos entrevistando. Así, Fernanda Vallesteros (docente de la Universidad Nacional del Centro) nos dio a entender que la carpa formaba parte de un plan de lucha por una mejora salarial y que ya había sido armada con antelación. Según ella “(…) el hecho de volver a armar la carpa tiene que ver con la espera de que el gobierno responda favorablemente a la contrapropuesta que presentó la CONADU HISTÓRICA en relación al reclamo salarial; reclamo salarial que el gobierno durante los meses de negociación había respondido con una propuesta que no satisfizo a las asociaciones que están en CONADU HISTÓRICA, más allá que el reclamo no era lo que se pedía.”
Al parecer entonces la carpa era la continuación de una larga lucha por reclamos salariales y aumento presupuestario. Ahora bien, concretamente lo que el reclamo contemplaba, a mi parecer nos fue muy bien detallado por un docente de la Universidad Nacional del Litoral:
“estamos pidiendo la media canasta familiar para el cargo de testigo, es decir, ayudante de primera, ¡la media canasta familiar! Vos fijate que en este momento estamos reclamado 1.500 pesos que es mucho menos de lo que han acordado en numerosos sectores laborales, quizás en muchos casos con menos responsabilidad de la que tenemos nosotros (…)Estamos pidiendo el 85% móvil de nuestros haberes jubilatorios, el gobierno insiste en el criterio de una jubilación fija. Nosotros viendo la realidad de cómo se está manejando actualmente el tema jubilatorio y viendo la realidad de nuestros viejos, sabemos perfectamente que la jubilación debe ser si o si móvil, no podemos dejarla librada a los humores de un presidente que aumenta periódicamente o no aumenta nada un porcentaje ínfimo desde los haberes jubilatorios. Estamos pidiendo salario para los docentes que trabajan ad-honorem lo cual yo creo que representa una de las grandes vergüenzas que hoy tenemos dentro del ambiente universitario que por información de las propias autoridades universitarias llegan a 31.000 en todo el país. Lo cual es una cifra exorbitante. Acá en la UBA hay unos 20.000 docentes universitarios que trabajan ad-honorem es decir, sin siquiera, no solamente sin salario, sin obra social, ’por amor al arte’.”

Al escuchar estas palabras, daba la impresión de que los docentes no estaban pidiendo nada del otro mundo, es decir, la lógica de su discurso era evidente, más aun considerando la importancia que debería recibir la educación siendo la responsable de la formación de nada menos que ciudadanos.
En este sentido se asemejaban todos los discursos de los docentes entrevistados. Uno a uno nos hablaron de los mismos problemas, a lo que también se fue sumando el descontento por la falta de interés por parte de los medios de comunicación masiva. Y era cierto, los medios “brillaban por su ausencia”. En lo personal yo hasta el momento no había visto, ni vi al volver a mi casa nada en la TV, ni encontré nada en el diario acerca de la protesta de los docentes frente al ministerio. En el lugar solo había Docentes y estudiantes.
El mediodía se acercaba, y con él, el hambre. Luego de varias entrevistas, idas y venidas por la plaza y decenas de fotos sacadas, consideramos con mis compañeras que ya habíamos visto y escuchado suficiente como para tener una idea acerca “de qué se trataba” la carpa levantada por los docentes de las universidades públicas en frente del ministerio, por lo que decidimos dar por concluida la tarea en la plaza.
Ya de noche, en el viaje en tren de vuelta a casa entre otras cosas pensaba en el trabajo de la plaza. Creo que valió la pena perder horas de sueño para ir al encuentro de una realidad que en gran proporción nos afecta a todos sin que nos demos cuenta. Es entendible que al ver día a día las mismas cosas en la calle o en la TV se vuelvan “moneda corriente”, las naturalicemos y dejen de llamarnos la atención.
Considerando esto, creo yo que un hecho como la carpa deja de ser interesante para los medios. Por eso estimo que fue bastante fructífero tener que detenerme frente al hecho, observarlo de cerca y poder cuestionarlo.
Lisandro Argañaraz

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Río arriba

Río arriba es un documental en el cual el cineasta Ulises de la Orden (guionista, director y productor de la película) viaja de Buenos Aires hasta el pueblo de Iruya, en Salta, pasando antes por otros reducidos poblados, visitando familiares lejanos, conociendo gente de los pueblos, hablando, preguntando, interrogando, aparentemente, buscando algo. De alguna forma de la Orden espera del viaje alguna respuesta.
El director comienza presentándose como el bisnieto del fundador de un importante ingenio azucarero llamado “San Isidro”, el cual en su familia era visto como un héroe. Podría pensarse que el motor de su viaje al Norte del país estaría vinculado a inquietudes con respecto a su antepasado. Sin embargo, de la mano de esta primera motivación surgirán nuevos interrogantes durante el transcurso del mismo, así como al arribar a su destino, veremos cómo queda expuesta ante sus ojos la situación de explotación a la que fueron y son sometidos los pueblos Kolla, cuya causa se reside en la aparición de los ingenios.
En aproximadamente una hora y cuarto De la Orden nos describirá como funcionaba y funciona actualmente el ingenio San Isidro, e íntimamente ligado a este, el sistema de la Zafra, método mediante el cual se explotaba a los indígenas.
El tren, los colectivos rurales, haciendo dedo en las desoladas rutas y caminando serán los medios que el director utilizará para llevarnos río arriba y mostrarnos pueblos en los que sus habitantes enfrentan duras condiciones de vida con el orgullo de mantener su cultura. Cada paisaje, cada visión panorámica es acompañada con música andina de Ricardo Vilca de fondo.
Serán escasas fotografías antiguas y míticos relatos de diferentes vaqueanos, las que a lo largo del viaje despertaran interés en el viajero por conocer las “terrazas de cultivo”. Estas últimas aluden a construcciones milenarias que los aborígenes construían para cuidar y trabajar la tierra por parcelas que, vistas de lejos, escalonaban los cerros. Con la aparición de los ingenios, los terratenientes exigieron el pago de un arriendo por trabajar las tierras a los Kollas que no poseían títulos de propiedad ni forma de pagar, por lo que se vieron obligados a trabajar en la zafra. Esto produjo el abandono de trabajo en sus parcelas y como consecuencia la desaparición de las terrazas, en otras palabras, la desaparición de una parte de su cultura.
Los habitantes de Iruya relatan como cada vez que llueve el río arrastra con furia toneladas de barro ocasionadas por la desaparición de las terrazas, llevando todo a su paso, azotando el pueblo. Ellos llaman a este fenómeno “el volcán”.
El documental concluirá con imágenes del volcán en acción. Las imágenes son sordas, los sonidos de quenas, bombos, erkes y charangos se apagan y lo único que se deja oír es el rugido del barro que cae precipitadamente. Solo se aprecia la destrucción.
Concluyendo, De la Orden logra un interesante recorte de la historia y modo de vida de los lugares conocidos en el viaje. Se puede pensar que si viajó buscando respuestas sobre su historia personal las encontró, aunque probablemente distantes a lo que la historia familiar relataba. A través de las imágenes se observa dolor, hambre, destrucción, explotación, engaño y transculturación, producto de un sistema alienador.
El afiche de cine de la película reza “RÍO ARRIBA; una historia de Terrazas, Ingenios, Zafreros, Inmigrantes y Volcanes”. Hacia el final de la misma, el director expone que su film muestra uno de los tantos volcanes que existieron y existen hoy en nuestro mundo.
Siguiendo la línea del cineasta, agregaré entonces que no hace falta viajar 1800 kilómetros para ver volcanes que azoten a las poblaciones, solo basta con tomar algún tren del conurbano bonaerense y viajar treinta minutos. Los tenemos, si, pero en diferentes manifestaciones. Los tenemos todos los días en las estaciones del tren con los menores, drogados y bañados en mugre; lo tenemos arriba del tren, con el hombre que perdió la pierna tras ser empujado del tren en un asalto y hoy se sube a pedirnos monedas; lo tenemos al observar desde arriba del ferrocarril San Martín las casas de los cartoneros entre las estaciones Villa Del Parque y La Paternal, cuyos residentes recorren día a día las calles buscando cartón y plástico y trabajan como aborígenes en un ingenio para poder sobrevivir.

Lisandro Argañaraz

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Interpretaciones e intertextualidad en El corazón de las tinieblas y Apocalypse Now

La historia principal en El corazón de las tinieblas no es contada por el primer narrador que aparece en el texto, sino que el encargado de crear la ficción aquí será un marino que viaja junto con este primer narrador anónimo. Este personaje (el marino) se llama Marlow. Según se lo presenta en un principio, este personaje era un hombre de mar sereno, pensativo y experimentado, cuya afición era contar historias inacabables acerca de sus viajes realizados.
Al hablar de la forma característica de contar historias que posee Marlow, el primer narrador la compara con los relatos de los demás marinos y se sirve de la metáfora de la nuez. Mientras que los marinos ponen énfasis en el núcleo de la historia, concentran toda lo importante en el interior de la nuez; Marlow por su parte pondrá énfasis en la forma en cómo se relata, en aquella forma de relatar que envuelve al núcleo, en el caso de una nuez, en la cáscara. Cada cáscara posee su textura única y particular. Es decir, a este marino en particular le importará más cómo se cuenta lo que se cuenta, y no, específicamente qué es lo que se está contando. Y en efecto, esta tendencia se ve a lo largo de todo su relato. De alguna manera la cantidad de detalles, las “ilustraciones” y la forma de contar nos permiten ponernos en la piel de Marlow y dimensionar lo que él sintió a lo largo de su viaje. Si se debe resumir en pocas palabras qué es lo que llega a trasmitir, hallaremos oscuridad, misterio, indefinición. A su vez esta forma de narrar vuelve al relato un verdadero relato, lo vuelve literario.
En este caso este marino nos relatará una historia que data de una época de su vida en la cual se había ofrecido para trabajar en una compañía que comerciaba marfil.
Durante el viaje de su historia, Marlow escucha un nombre reiteradas veces, el cual va ganando cada vez más lugar en sus pensamientos y despierta en él cierta ansiedad. Estamos hablando de Kurtz, a quien la mayoría de los personajes que cruzaban al protagonista describían como una especie de ídolo. A través de los comentarios, Kurtz se presentaba como un hombre excepcional, brillante y excelente comerciante; un genio.
Del primero que oye el nombre de Kurtz es del principal contable de la compañía, a quién conoce días antes de embarcarse a cargo de un barco, al arribar a la sede de su compañía. Luego también recibió referencias por parte del director general de la compañía, quien entre otras cosas le comentó que el notable señor Kurtz se encontraba enfermo.
Quién no le habló de la misma manera fue el supuesto fabricante de ladrillos que se encontraba en la estación central y que veía en Kurtz un obstáculo para su propio ascenso, considerando la agilidad del ídolo en el negocio del marfil. Si bien reconoció al igual que los demás que era un genio, objetó que sus métodos de trabajo no eran del todo adecuados.
A esta altura Marlow se encontraba hastiado de oír aquel nombre del cual todos hablaban grandilocuencias y que para él significaba “solo un nombre”.
Mientras viaja, como ya se dijo, el pensamiento de Kurtz se va apoderando de nuestro narrador a tal punto de sentir fuerte necesidad de hablar con él.
Por último recibirá la máxima muestra de adoración hacia “el genio” al arribar a la última estación del corazón de las tinieblas, al escuchar los relatos del individuo inglés vestido con la ropa de colores emparchada. Este quizás es uno de los personajes más importantes. En la película lo podríamos encontrar como el personaje del fotógrafo. No obstante en ambas ficciones (es decir, en la novela y en el film) cumpliría la misma función en tanto al peso semántico que implica: representa de alguna forma la locura, el espíritu aventurero y juvenil, la acción, la experiencia pura. Kurtz es básicamente su vida, vive para él. Es a partir del momento en que aparece este personaje (el fotógrafo), cuando se empiezan a operar los cambios más significativos con respecto a la concepción formada acerca de Kurtz, cambios que lo llevan hasta la instancia de ganarse el rechazo de su tripulación, la cual no guardaba ningún aprecio para este ídolo. Se podría interpretar que Marlow al arribar a este personaje, ha arribado a la locura.
Finalmente, al igual que la mayoría de sus informantes, nuestro protagonista termina por admitir que Kurtz es un hombre notable. De hecho siente un profundo vacío tras su muerte. Esto se ve luego en su experiencia al volver a Londres, “la ciudad sepulcral”. Y lo encontramos muy bien resumido en el siguiente fragmento del libro:
“No, no me enterraron, aunque hay un periodo de tiempo que recuerdo confusamente con un asombro tembloroso, como un paso a través de un mundo inconcebible en el que no existía ni esperanza ni deseo (…)”
En efecto, después de la muerte de Kurtz, se puede interpretar que Marlow continúa su viaje a la deriva, y solo lo finaliza al encontrarse con la prometida del difunto. El viaje no ha finalizado hasta que habla con ella. Por eso ella cumple un rol muy importante en el viaje.
Básicamente, la novela trata de oscuridad, soledad y locura, de lo desconocido. La locura está presente en varias escenas. Como ejemplo podemos tomar el del barco que dispara sin cesar hacía la nada (escena que también se repite en Apocalypse Now). La locura aparece en el personaje que recibe a Marlow, así como también en Kurtz, que se ve poseído por fuerzas extrañas de la selva del corazón de las tinieblas.
A diferencia de El corazón de las tinieblas, que se desarrolla en el continente africano en una campaña de colonización en busca de marfil para comerciar, la película Apocalypse Now inspirada en este libro, se sitúa en el contexto de la guerra de Vietnam (1958 – 1975).
En esta guerra se enfrentaron la República Democratica de Vietnam (apoyada por la Unión Sovietica) con la Republica de Vietnam (respaldada por los Estados Unidos), en el contexto mundial de la guerra fría.
La película narra el viaje que realiza el Capitán Willard del ejército de EE.UU. junto con una tripulación de cuatro integrantes a bordo de un bote en una misión en medio de la guerra. El objetivo de Willard (álter ego de Marlow) es encontrar y matar un Coronel de apellido Kurtz en Camboya, debido que éste último ha enloquecido según las autoridades del ejército y ha organizado su propia guerrilla con nativos salvajes.
En El corazón del las tinieblas, el objetivo de Marlow no se presenta tan claramente como en la película. Podría ser que en este caso el protagonista cumplía un rol de mensajero, llevando paquetes a Kurtz. Aunque también se observa como personalmente va sintiendo la necesidad de encontrarse con él.
El capitán Willard por su parte ha estado esperando que el ejército le dé una misión en esa guerra. Esta espera es una espera desesperada, la cual puede verse reflejada en la desesperación por ser mandado a la guerra, presente en la primera escena de la película, en la cual lo vemos al actor Martin Sheen en un estado deplorable de ebriedad. Su misión llega y su objetivo final es terminar con Kurtz. Sin embargo la tripulación que le es encomendada desconoce totalmente este objetivo.
La tripulación esta compuesta por un chef, dos jóvenes negros de barrios bajos de estados unidos y un surfer de California. Todos son jóvenes e irresponsables, con excepción de uno de los negros que está a cargo del timón: el se muestra reflexivo y serio.
Todo el viaje esta envuelto tras un velo de locura, probablemente producto de la soledad en el bote. A esto se suma las alucinaciones y paranoia producidas por el consumo de estupefacientes y alucinógenos por parte de algunos componentes de la tripulación. De alguna forma la vida de los tripulantes no tiene demasiado sentido.
Y, de hecho, casi nada en la guerra tiene sentido. Ya desde el título advertimos que Coppola nos quiere mostrar una visión apocalíptica acerca de la Guerra de Vietnam (o por qué no, y generalizando, de cualquier guerra). Donde quiera que se observe se ve sangre, locura, desenfreno, muerte y sinsentido.
Entonces vemos que el cineasta se sirve de la ficción de Conrad y de esa locura y sinsentido, para luego atravesarla con el tema de la guerra, logrando una rica resignificación, produciendo nuevos sentidos y dando así uno de los mejores ejemplos existentes de intertextualidad.
Desde la primera escena percibimos algo de locura en la actitud de Willard. La canción de The Doors, The end, nos habla del arribo a un final, de que ya todo fracasó, no hay nada nuevo y nada es seguro. A su vez relata escenas enfermizas.
Así, queda demostrado cómo cada detalle en la película contribuye a la construcción de esa visión apocalíptica, desde las escenas más básicas, hasta la música no casualmente usada, junto con las escenas más espectaculares, como en el caso de la escena del ataque con los helicópteros.
En esta ultima escena la música también esta cuidadosamente seleccionada junto con la cuidada caracterización de los personajes.
Willard con su tripulación arriban a una costa en la cual se encuentran tropas del ejército a cargo de un coronel apellidado Kilgore, el cual se encontraba totalmente fuera de sus cabales y demostraba un total fanatismo por el surf. Casualmente veía como a un héroe al surfer californeano que acompañaba a nuestro protagonista. Kilgore además de representar la locura, muestra la cara más representativa del libertinaje, la poca previsibilidad e improvisación en las acciones. Este coronel no posee moral ni consideración sobre nadie. Podría representar tranquilamente al ejército estadounidense en su conjunto.
Willard ve en Kilgore la ventaja de poder atravesar fácilmente en su viaje una zona bastante peligrosa que debía superar, por lo que serían de gran ayuda sus tropas. A continuación tendrá lugar una de las escenas más despiadadas de la película. Kilgore ambienta su ataque a una aldea poblada de civiles inocentes, con música; utiliza un casette que al reproducirlo se oye La cabalgata de las valquirias, de Wagner. Quizás utiliza está música para generar terror en la población. A mi interpretación, forma parte de lo mismo, solo un loco atacaría a miles de civiles indefensos, y uno más loco aun se molestaría en poner música para hacerlo. Aunque, sin embargo, las valquirias son las divinidades de la mitología escandinava que eligen a los héroes que morirán en los combates para que luego estos asciendan a los cielos para morir. De esta forma se cree un dios, al cual no le importa la muerte y el cual va a elegir en su ataque quién va a morir.
Al abandonar a Kilgore, Willard continúa solo con su tripulación. En los ratos de soledad se dedica a contemplar una y otra vez las fotos y cartas de Kurtz que le fueron facilitadas por la inteligencia del ejército. Se construye en él, la imagen de un personaje fuerte y poderoso. Leyendo sus cartas, el capitán comienza a cuestionar y replantearse si en verdad Kurtz no estaba del todo loco y confundido en su accionar.
Esta impresión de poder se mantiene al llegar a su encuentro, auque también guarda mucho misterio en si mismo.
A diferencia del libro, la película concluye con la muerte de Kurtz en la misma isla. Es Willard quien ejecuta al líder guerrillero, y tras su muerte pasa a ocupar su lugar y es adorado por los nativos al igual que su antecesor.
Vista toda la locura, y la poca consideración por la vida y los derechos humanos presente en la película, la construcción que se hace en la actualidad nos puede llevar a pensar rápidamente en la invasión a Irak por parte de EE.UU. (o también conocida como guerra de Irak). Se podría afirmar con tranquilidad que en este caso, la realidad supera a la ficción. Miles de soldados, y más son los civiles que mueren todos los días en esa maldita guerra.
La película nos lleva a replantearnos que sentido tienen las guerras. Nos da cuenta de que la locura humana y política no tiene límites. Al igual que como sucede en la realidad, Coppola nos muestra que no existe lugar para el razonamiento y menos para el dialogo; se trata netamente de acción sin sentido, disparar sin cesar sin mirar a quién se dispara, sin medir las consecuencias.
La historia se repite, una y otra vez, y el protagonista siempre es el mismo: el loco.

Lisandro Argañaraz

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Sobre la propiedad intelectual

“Perdón por este garabato. Nada hay en mi cabeza, excepto una indecible confusión”
Samuel Beckett

El presente texto pretende ser un comentario en torno a las problemáticas relacionadas con la propiedad intelectual, un tema que resuena cada vez que se pone en duda la autenticidad de la obra de algún artista reconocido y que implica cuestiones éticas morales y sobre todo sociales.
En mi opinión, creo que es errado aplicar lógicas propias del mundo de la propiedad privada, al mundo de la literatura y el arte: la relación se torna incompatible. Es por esto, creo que es aquí en donde reside el problema de las discusiones acerca de la propiedad intelectual. Y, en caso de aceptar la “idea” de que existe una propiedad intelectual, ¿Cuáles serían los parámetros y límites que establecen la propiedad de las producciones literarias y artísticas? Nadie tiene el abecedario comprado…
En primer lugar, mientras que los orígenes del arte y la literatura nos remiten a miles de años atrás, la propiedad privada es un invento moderno, creada tras el fin del antiguo régimen y consolidándose con la revolución industrial. La diferencia de tiempo es abismal e irrisoria. Es verdad que la propiedad existía antes del capitalismo, pero no en la misma forma y de la misma manera con que hoy recae sobre las obras de arte.
De todos modos sería muy ingenuo el hecho de pensar que la incompatibilidad se debe solo a esta razón ya que el arte desde sus orígenes experimentó infinidad de mutaciones, se fue enriqueciendo con el paso de cada año, así como sus concepciones fueron cambiando dependiendo de la época. Pero, en este caso, considero la convivencia imposible; la sociedad capitalista al establecer una propiedad intelectual logra ni más ni menos que olvidarse de aspectos que afectan a la esencia del arte. Y todo, por el simple objetivo de que las obras pasen a integrar parte de las filas del mundo de las mercancías.
Por otra parte, creo que nadie tiene el derecho de proclamarse dueño de las palabras dado que éstas, sumadas a las ideas y frases que podamos formar con ellas son una producción colectiva y dinámica. Todo el tiempo, cuando hablamos, escribimos o leemos solicitamos un préstamo; tomamos prestadas palabras, ideas, formas de decir y escribir y a su vez también somos participes y artífices de sus transformaciones. A cada frase que pronunciamos resuenan las voces de millones de personas. Aunque sí, también se podría concebir a las palabras como una herramienta que cualquiera puede usar para producir una combinación única, para luego enorgullecerse con su autoría. Sin embargo, siguiendo esta misma lógica de producción capitalista, para poder utilizar el alfabeto, uno podría decir que antes de hacer uso de las letras se debe pagar el derecho a los fenicios, a los griegos, a los latinos y a otro centenar de civilizaciones más que mucho han tenido que ver con la invención de la escritura. ¡Que suerte que a nadie se le ha ocurrido patentarla aún!
Pienso que la humanidad es competitiva por naturaleza, o por lo menos nosotros, los occidentales. Nuestra vida está plagada de concursos. Sin embargo, el arte no debería prestarse a este tipo de prácticas. Es donde más resurgen las disputas de autenticidad y autoridad sobre las obras cuando hay un premio de por medio (ni hablar de dinero), o bien también cuando se tiene la posibilidad de verse por encima de otros. Y mantengo mi postura en primer lugar objetando que como todos sabemos, “sobre gustos no hay nada escrito”. ¿Cómo hacemos para decidir si una obra de arte es mejor o peor que otra? ¿Quién dice si un cuento es más o menos feo, más o menos aburrido, más o menos bello, etc.? Y, ahora acercándonos más a la cuestión de autenticidad, y preguntándonos como lo hace Elsa Drucaroff (docente, novelista y crítica literaria) en un artículo relacionado al tema, ¿cuándo hay intertextualidad y cuando simple plagio? A mi entender es imposible distinguir entre las dos situaciones, dado que cuando el autor plagiado escribe su obra en un primer momento, el también está pecando de plagio.
Según el diccionario de la Real Academia Española, el plagio consiste en “copiar en lo sustancial obras ajenas, dándolas como propias”. Pondré el acento dos palabras: ajenas y propias, y volveré a repetir que las obras no son de nadie. Los nombres de los autores solo nos remiten a diferentes textos, no más. Toda lectura que hagamos será una reescritura única y diferente a las demás que se puedan hacer sobre un texto, eso es la intertextualidad.
Cada lector vinculará lo relatado con sus propias vivencias, lecturas anteriores, prejuicios, etc. y no necesariamente con lo que había en la cabeza del autor al momento de la redacción. Todo lo que el autor dice es lo que está escrito; el resto queda librado a la interpretación.

Lisandro Argañaraz

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El tren blanco, un mundo de significaciones

“El cartonero siempre busca su cartón, y es la miseria humana la que busca una razón”
La Zurda, “Hay un lugar”, Álbum: “Para viajar” (2007)

El significado de la palabra “viajar” con todas sus conjugaciones puede adquirir diferentes formas dependiendo de la cabeza que lo piense. Para algunos viajar es sinónimo de vacaciones, de placer, ocio; otros utilizan la palabra para un estado del organismo producido por el consumo de diferentes drogas. Pero, para muchos otros significa una oportunidad, una oportunidad que otorga el transporte para subsistir vinculada directamente a una fuente de trabajo. Y aquí también podríamos hacer un alto para observar que mientras que para algunos “trabajo” significa permanecer ocho horas en frente de una computadora, o detrás de un mostrador, para otros el trabajo es salir día a día a revisar, clasificar y recoger la basura de las calles de capital federal y Gran Buenos aires, en jornadas que comprenden ocho, diez, o más horas.
Justamente de esto trata el tren blanco, es simplemente un medio que vincula a cientos de desocupados con una ocupación que les permite una mínima subsistencia. Con imágenes de trenes, vías, furgones, carros, cartones y bolsas, el documental muestra particularmente escenas y relatos de la vida cotidiana de los cartoneros que viajan todos los días en el tren blanco de la Línea Mitre; ilustra una de las tantas caras de la pobreza que dejó la crisis política-económica-social que estalló en 2001.
Se escucha el sonido estridente de la bocina de un tren que, compuesto en su mayor parte por furgones, hace su arribo a la estación Ministro Carranza. A continuación, si es sabido que los pasajeros de este tren carecen de vestimenta suficiente, comida, dinero o salud, dejan demostrado que entre ellos no falta la solidaridad. Puede verse como unos a otros se ayudan entre si para poder subir al tren con los carros y que ninguno se quede afuera antes de que emprenda su partida. Se podría hablar en realidad de una comunidad del tren blanco. Se trata en su mayoría de residentes de dos barrios de José León Suárez, que, ante el problema de la desocupación, decidieron organizarse y negociaron con la empresa de trenes TBA la disposición de un tren apto, que les permita trasladarse con carros a Capital Federal para poder recolectar residuos.
Bob Marley fue quién alguna vez dijo “si no tienes trabajo, invéntate uno”, y, en correlato a esto, en el film se ve subrayada la importancia que para los recolectores “no oficiales” de residuos significa la palabra trabajo. En sus relatos destacan reiteradas veces que ellos consideran que el hecho de juntar basura es un trabajo, que, agradable o no, resulta dignificante. Uno “hace algo”, y, por contraste, al hacer algo deja de hacer “otra cosa”. En este caso, los cartoneros cuentan como trabajan todos los días para no tener que salir a robar, combatiendo de esta forma el hambre, la delincuencia e inconscientemente la desocupación, se inventan un trabajo.
Argentinos, paraguayos, bolivianos, hombres, mujeres, ancianos, niños o bebés; el tren blanco no discrimina sexo, edad o nacionalidad. Son todos los integrantes de este margen social llamado pobreza (y en el peor de los casos indigencia) los que salen a las calles revolviendo la basura sin protección alguna en las manos, arrastrando sus carros nada ergonómicos, en sus espaldas calle arriba y calle abajo. Los carros, los hay de todas formas y colores, grandes, chicos, de supermercado, con ruedas de bicicleta o de auto, cada uno diferente, aunque todos cumplen con una condición, la de no sobrepasar la mínima medida necesaria para poder pasarlo por la puerta de un furgón.
Si se puede destacar alguna constante que se deje ver en los relatos de los trabajadores entrevistados, son el esfuerzo, constancia y dedicación que vuelve su actividad un trabajo digno. Por eso el tren blanco no es solo un viaje, sino que es parte de su vida. En los testimonios se ven muchos chicos, los cuales dicen no recordar haber tenido algún momento feliz en los últimos tiempos: sus vidas se ven reducidas al tren y la calle.
Se puede concluir en que el documental es un recorte. En él las palabras tren, viaje, trabajo y cartón se encuentran íntimamente ligadas formando un todo. Ese todo es la vida de los cartoneros y no es más que eso. No hay tiempo para la recreación. Viven para sobrevivir, para juntar cartones. Pocos son los que tienen tiempo para el ocio. Además de las malas condiciones de trabajo y que éste implica recorrer las calles todo el día, la remuneración es escasa: 60 pesos por semana, según una cartonera: según ella, su vida es el cartón y la familia.
En lo personal para mi el tren significa una oportunidad, en otro tiempo lo fue para poder trabajar, hoy lo uso para poder estudiar fuera de mi ciudad. Además, es una forma de contactarme y concientizarme de la realidad con la cual convivo. Nunca saqué la cuenta, pero son muchas las personas, hombres, mujeres y sobre todo niños, los que desfilan por los pasillos del Ferrocarril San Martín, entregando tarjetas o simplemente dando un discurso sobre su condición social a cambio de monedas, a cambio de una limosna. Y también son muchos los cartoneros que han instalado sus viviendas a tan solo metros de las vías y esperan durante el horario de la siesta y por la media noche, a un costado del andén, a que pase el tren blanco, porque el Ferrocarril San Martín al igual que el Mitre, tiene un tren para cartoneros. Puedo asegurar que lo que se ve en el tren blanco no dista mucho de lo que sucede en “el San Martín” que realiza el recorrido de Retiro a Pilar. El film realiza una descripción bastante fiel de lo que es la vida de los cartoneros.
Suena paradójico que mientras que a San Martín muchos lo recuerdan por haber cruzado los Andes en una lucha por la liberación de los habitantes de nuestro territorio, hoy su nombre nos remita a un tren que cruza el conurbano bonaerense mostrándonos la injusta vida de los oprimidos y marginados por este sistema. Pero así es.
A su vez considero al tren una estafa, ya que el estado de los trenes es cada vez peor. Más de una vez he tenido que bajarme junto con los demás pasajeros a esperar otro tren en alguna estación, debido a que la locomotora se encontraba averiada. En las “horas pico” se viaja como ganado. En las horas en que el tren está algo vacío, no falta una señora que pegue un grito porque un menor pasó corriendo, le arrancó alguna cadena de oro del cuello o le arrebató el celular para luego saltar del tren en movimiento. Si alguien “tuvo la suerte” de viajar en el furgón en alguna oportunidad, se habrá dado cuenta que el olor a marihuana quemándose es algo de todos los días, acompañado por el sonido de las bolsas cargadas de pegamento, al inflarse y luego descomprimirse con las inhalaciones y exhalaciones del aire de los pulmones de algún desgraciado.
Por último, y muy relacionado con el párrafo anterior, el tren significa muerte. Tampoco llevo la cuenta de cuantas personas he visto y tenido que sacar debajo del tren después de haber sido atropelladas por éste en el año y medio de servicio que llevo como bombero voluntario, pero son bastantes. Cientos de transeúntes y pasajeros mueren al año en accidentes ferroviarios. Algunas veces por negligencia de las mismas victimas apuradas en las corridas de todos los días para ir a trabajar (aunque considerando las terribles demoras, la gente no tiene la culpa de estar apurada por temor a perder el tren y tener que quedarse clavada media hora hasta la llegada de la próxima formación). Otras veces la responsabilidad cae en parte importante sobre las autoridades, los pasos a nivel son un desastre, faltan carteles, cercados, señalización y no existe una campaña sería de prevención tanto por parte de las empresas como del estado.
Todo forma parte de una misma realidad: las muertes, la pobreza, la corrupción, los cartoneros, la inseguridad, todo es parte de lo mismo. Los cartoneros del documental dicen no tener más esperanzas de que su realidad y la del país cambien, según ellos, todo esta perdido. El tren blanco es un ejemplo de la solidaridad, gente que está en la misma situación dejando en claro que la unión hace la fuerza, fuerza para salir adelante. Pienso yo que es por medio de la solidaridad en conjunto con la educación, la única forma que existe para poder sacar el país a flote. Sin embargo hoy en día para mí eso no es más que una utopía.

Lisandro Argarañaz

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El Viaje de “El Ave Solitaria”

Empiezo preguntándome ¿Qué es viajar? ¿Es simplemente trasladar el cuerpo de un sitio a otro distinto del inicial? Creo que es algo mucho más profundo y hasta más trágico ¿acaso puede uno volver de un viaje?, yo creo que no, cuando se dice que alguien ha vuelto, ya no es igual. Uno ha quedado consumido por el viaje mismo, el verdadero viaje lo realiza el alma y no el cuerpo, el espíritu se ve transformado por el tiempo y el espacio. La marca no se borra, queda grabada con fuego.

“Como el ave Solitaria” ópera prima del director Gerardo Vallejo, es una película que adapta el clásico libro de José Hernández “Martín Fierro” a la pantalla grande, y se expresa allí el dolor del viaje forzado que ha debido atravesar Martín Fierro arribando a la frontera para pelear en contra de los indios. Debe pagar por un crimen, cometiendo otros crímenes aceptados por la ley. Se desarrolla entonces una ardua travesía basada en la esperanza del retorno del personaje a su vivienda en donde había dejado a su esposa y a sus dos hijos. Menospreciado, humillado y torturado por los soldados con los que está aliado finalmente decide escapar y abandona la frontera para unirse a los indios. Las penurias que le tocan vivir, el infortunio constante van desalentando al protagonista pero nada le impide el deseo del volver a su hogar.

Martín Fierro atraviesa principalmente tres viajes, el primero, en el cual es forzado a abandonar todo. El segundo es el viaje que emprende para retornar, en el que finalmente decide emprender el regreso para recuperar todo lo poco que ha perdido. El tercer viaje que atraviesa al unísono con los dos primeros es interno, como me referí al inicio, su mente se ve modificada completamente al punto de que al concluir el viaje ya había perdido la intención del mismo. Su espíritu se fue transformando, tornándose más reflexivo y hasta sumiso que el del comienzo. Luego del viaje ha pasado todo: La vida en cautiverio preso de los indios, la muerte del único amigo, la tortura de los soldados, el desprecio, el abandono, la soledad, la miseria, la desesperanza. Cuando Martín Fierro vuelve ya nada más malo puede pasarle. En la película se representa el cambio por el que va pasando el protagonista, su apariencia física cada día más deteriorada y su mente cada vez más agobiada y su espíritu cada vez más solitario y es por eso que considero que él ya no es el hombre que se fue, Martín Fierro jamás volvió.

Nidia Perrone

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La Plata, jueves 12 de agosto de 2005

Director General del Museo de Cs. Naturales:

Un día de semana cualquiera me decidí a hacer el viaje y llegar al museo de Ciencias Naturales de la ciudad de La Plata. Dí muchas vueltas para poder arribar finalmente, pareciera que el museo está escondido de manera intencional, pero ello no fue lo más grave del asunto. Luego de ingresar por la enorme puerta, atravesé primero la sala de geología y luego la de astronomía me detuve bastante tiempo en cada una de ellas, ya que aprovechaba la soledad casi absoluta en la que me encontraba, para maravillarme con cada detalle de la vida.
Mi inquietud llegó cuando estando en la sala de paleontología pude ver –luego de admirar todos los huesos fósiles de los grandes reyes de la Tierra- que en una vitrina había una réplica de “algo”. Era un aparato, una especie de gran grúa en miniatura (valga la contradicción) pero descarté esta idea porque no poseía ruedas. Ante mi incertidumbre busqué inmediatamente las explicaciones pero no encontré ninguna referencia, tan solo del lado de afuera había un botón, lo presioné con curiosidad, se encendió una luz que iluminó completamente la vitrina, pero nada más sucedió, busqué debajo del botón y encontré un único cartel que decía “no funciona”. Me indigné mucho, luego cambié el ángulo de observación y lo miré desde abajo.
Era un objeto extraño; poseía una cabina de metal de color celeste claro apoyada en el piso, emergía de ella un gran fierro que se elevaba en ángulo de 45º y de allí sobresalía como un embudo gigante, naranja. De la parte del pico bajaba una larga manguera que llegaba al piso. Creo que tenía en la parte superior como un sistema de poleas hecho con una especie de alambre flexible. Cuando volví a tomar mi posición normal observé que en realidad no era solo una manguera, sino dos y una de ellas se desplazaba por la tierra al menos a unos 50 metros (a escala) del aparato, y desembocaban en un contenedor lleno de una sustancia negra espesa pero lo suficientemente líquida como para desplazarse a través del tubo.
A mi alrededor el ambiente estaba silencioso salvo por ciertos gritos alejados de algunos niños que jugueteaban dentro del museo sin que nadie los vigilara. Estábamos solo yo y el objeto, nadie a quién preguntarle nada. Al cabo de un rato de incertidumbre y soledad apareció una persona, parecía ser un intelectual. Yo, para no demostrar mi ignorancia sólo tendí a esperar la reacción del hombre, que hiciera algún comentario o al menos que me diera una pista del nombre o de la utilidad del artefacto, pero no, pasó sin dar mayor importancia a esa vitrina observando todo con gran solemnidad siguió sin pronunciar una palabra.
A esta altura yo ya estaba bastante irritado, esperé a que llegue algún guía o alguna persona a la cual no me inhibiese anunciarle mi incultura. Pero aquella inmensa mansión de cadáveres, parecía estar completamente vacía de seres vivos, por lo que luego de una larga espera continué mi recorrido hacia la sala de animales embalsamados.
Ya casi me había olvidado de mi infortunio, y disponía a marcharme cuando por casualidad, paseando por la sala de culturas aborígenes, un niño se me acercó y me preguntó qué era “aquello”, y señaló un tronco cavado en el medio, ante la ausencia de carteles le expliqué que era una canoa indígena, y no detallé más al respecto. Pero fue entonces cuando recordé mi inquietud y antes de retirarme volví a la sala de paleontología, allí había una señora que estaba contemplando con gran atención, como por milagro, el artefacto de mi duda, me apresuré a llegar hasta ella y manifesté agravando mi voz: “qué gran invento, es increíble, la mente humana todo lo puede” la señora me miró de arriba abajo y esbozó una leve sonrisa mientras pronunciaba un imperceptible “sí”. Ante aquella seca y poco clarificante respuesta, completé mi resignación y me marché del lugar.
Hoy estoy aquí dirigiéndome a usted para solicitar a las autoridades del museo que tengan en consideración la importancia de incluir carteles en las exposiciones dentro del museo, ya que habemos gente que nos interesa saber qué es lo que estamos mirando tan concentradamente. Agradezco su atención y espero que tome las medidas necesarias. 1

Atentamente

Fernando Seimner

1. Luego de una larga búsqueda pude averiguar que el objeto extraño se trataba de un extractor de petróleo.

Nidia Perrone