2 de octubre de 2007

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La Plata, jueves 12 de agosto de 2005

Director General del Museo de Cs. Naturales:

Un día de semana cualquiera me decidí a hacer el viaje y llegar al museo de Ciencias Naturales de la ciudad de La Plata. Dí muchas vueltas para poder arribar finalmente, pareciera que el museo está escondido de manera intencional, pero ello no fue lo más grave del asunto. Luego de ingresar por la enorme puerta, atravesé primero la sala de geología y luego la de astronomía me detuve bastante tiempo en cada una de ellas, ya que aprovechaba la soledad casi absoluta en la que me encontraba, para maravillarme con cada detalle de la vida.
Mi inquietud llegó cuando estando en la sala de paleontología pude ver –luego de admirar todos los huesos fósiles de los grandes reyes de la Tierra- que en una vitrina había una réplica de “algo”. Era un aparato, una especie de gran grúa en miniatura (valga la contradicción) pero descarté esta idea porque no poseía ruedas. Ante mi incertidumbre busqué inmediatamente las explicaciones pero no encontré ninguna referencia, tan solo del lado de afuera había un botón, lo presioné con curiosidad, se encendió una luz que iluminó completamente la vitrina, pero nada más sucedió, busqué debajo del botón y encontré un único cartel que decía “no funciona”. Me indigné mucho, luego cambié el ángulo de observación y lo miré desde abajo.
Era un objeto extraño; poseía una cabina de metal de color celeste claro apoyada en el piso, emergía de ella un gran fierro que se elevaba en ángulo de 45º y de allí sobresalía como un embudo gigante, naranja. De la parte del pico bajaba una larga manguera que llegaba al piso. Creo que tenía en la parte superior como un sistema de poleas hecho con una especie de alambre flexible. Cuando volví a tomar mi posición normal observé que en realidad no era solo una manguera, sino dos y una de ellas se desplazaba por la tierra al menos a unos 50 metros (a escala) del aparato, y desembocaban en un contenedor lleno de una sustancia negra espesa pero lo suficientemente líquida como para desplazarse a través del tubo.
A mi alrededor el ambiente estaba silencioso salvo por ciertos gritos alejados de algunos niños que jugueteaban dentro del museo sin que nadie los vigilara. Estábamos solo yo y el objeto, nadie a quién preguntarle nada. Al cabo de un rato de incertidumbre y soledad apareció una persona, parecía ser un intelectual. Yo, para no demostrar mi ignorancia sólo tendí a esperar la reacción del hombre, que hiciera algún comentario o al menos que me diera una pista del nombre o de la utilidad del artefacto, pero no, pasó sin dar mayor importancia a esa vitrina observando todo con gran solemnidad siguió sin pronunciar una palabra.
A esta altura yo ya estaba bastante irritado, esperé a que llegue algún guía o alguna persona a la cual no me inhibiese anunciarle mi incultura. Pero aquella inmensa mansión de cadáveres, parecía estar completamente vacía de seres vivos, por lo que luego de una larga espera continué mi recorrido hacia la sala de animales embalsamados.
Ya casi me había olvidado de mi infortunio, y disponía a marcharme cuando por casualidad, paseando por la sala de culturas aborígenes, un niño se me acercó y me preguntó qué era “aquello”, y señaló un tronco cavado en el medio, ante la ausencia de carteles le expliqué que era una canoa indígena, y no detallé más al respecto. Pero fue entonces cuando recordé mi inquietud y antes de retirarme volví a la sala de paleontología, allí había una señora que estaba contemplando con gran atención, como por milagro, el artefacto de mi duda, me apresuré a llegar hasta ella y manifesté agravando mi voz: “qué gran invento, es increíble, la mente humana todo lo puede” la señora me miró de arriba abajo y esbozó una leve sonrisa mientras pronunciaba un imperceptible “sí”. Ante aquella seca y poco clarificante respuesta, completé mi resignación y me marché del lugar.
Hoy estoy aquí dirigiéndome a usted para solicitar a las autoridades del museo que tengan en consideración la importancia de incluir carteles en las exposiciones dentro del museo, ya que habemos gente que nos interesa saber qué es lo que estamos mirando tan concentradamente. Agradezco su atención y espero que tome las medidas necesarias. 1

Atentamente

Fernando Seimner

1. Luego de una larga búsqueda pude averiguar que el objeto extraño se trataba de un extractor de petróleo.

Nidia Perrone

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