2 de octubre de 2007

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Mi experiencia en “la carpa”

“Un país que mata a un maestro nos deja sin palabras”

Recuerdo que al leer el e-mail con la consigna de la actividad en la carpa, mi cara cambio de manera radical. Era miércoles 23 de Mayo a las 21:30, cuando, minutos antes de ir a trabajar recordé revisar mi casilla de correo electrónico y me enteré de que al día siguiente tendría que realizar un trabajo de campo acerca de la carpa que los docentes universitarios habían montado en la plaza Pizzurno, frente al ministerio de educación de la nación en señal de protesta. Sin demasiado tiempo, puse a cargar las baterías de mi grabador y pedí prestada la cámara a mi hermana.
La noche pasó lentamente y la mañana llegó con una sensación térmica de diez grados centígrados. Desganado, me levanté dificultosamente de la cama, pero sin despedirme del sueño, me vestí, desayuné apurado y me fui. Al salir, recordé que no sabía a dónde estaba yendo, o, en realidad, no sabía cómo llegar a donde estaba yendo. Por esto, lo primero que atiné a hacer fue llamar a la esposa de mi padre con el fin de que ella me oriente, dado que ella vivió muchos años en el centro.
No fue difícil llegar, preguntando se puede llegar a cualquier lado. Y, justamente las preguntas iban a ser de capital importancia en este trabajo.
Al arribar a la plaza el panorama reflejaba mucho movimiento: hombres y mujeres que seguramente serían docentes con carteles colgados en el pecho con distintas frases de reclamos, docentes hablando frente a públicos delante de pizarrones, gente disfrazada, transeúntes que paseaban durante un instante su mirada por la carpa pero luego continuaban su camino con total indiferencia, y otros estudiantes que, al igual que yo, andaban con sus grabadores y cámaras fotográficas.

En principio comencé casi espontáneamente a sacarle fotos a la carpa aprovechando que en su interior se estaba dictando una clase. Fue en ese entonces cuando una voz me interrumpió. Se habían acercado a mí dos compañeras, quienes me preguntaron si tenía alguna idea de qué era lo que había que hacer: en pocas palabras, estaban en la misma situación que yo, por lo que decidimos recolectar datos los tres juntos.

No sabíamos bien por donde arrancar. Miramos alrededor. La plaza estaba empapelada con carteles y leyendas: “jubilación móvil”, “docentes ad-honorem”, “canasta familiar”, “nomenclador docente”, “FUBA”, “CONADE”, “CTA”, “educación publica y popular”, eran palabras repetidas en varios de ellos, como también lo que se dejaba oír en los discursos de docentes que fuimos entrevistando. Así, Fernanda Vallesteros (docente de la Universidad Nacional del Centro) nos dio a entender que la carpa formaba parte de un plan de lucha por una mejora salarial y que ya había sido armada con antelación. Según ella “(…) el hecho de volver a armar la carpa tiene que ver con la espera de que el gobierno responda favorablemente a la contrapropuesta que presentó la CONADU HISTÓRICA en relación al reclamo salarial; reclamo salarial que el gobierno durante los meses de negociación había respondido con una propuesta que no satisfizo a las asociaciones que están en CONADU HISTÓRICA, más allá que el reclamo no era lo que se pedía.”
Al parecer entonces la carpa era la continuación de una larga lucha por reclamos salariales y aumento presupuestario. Ahora bien, concretamente lo que el reclamo contemplaba, a mi parecer nos fue muy bien detallado por un docente de la Universidad Nacional del Litoral:
“estamos pidiendo la media canasta familiar para el cargo de testigo, es decir, ayudante de primera, ¡la media canasta familiar! Vos fijate que en este momento estamos reclamado 1.500 pesos que es mucho menos de lo que han acordado en numerosos sectores laborales, quizás en muchos casos con menos responsabilidad de la que tenemos nosotros (…)Estamos pidiendo el 85% móvil de nuestros haberes jubilatorios, el gobierno insiste en el criterio de una jubilación fija. Nosotros viendo la realidad de cómo se está manejando actualmente el tema jubilatorio y viendo la realidad de nuestros viejos, sabemos perfectamente que la jubilación debe ser si o si móvil, no podemos dejarla librada a los humores de un presidente que aumenta periódicamente o no aumenta nada un porcentaje ínfimo desde los haberes jubilatorios. Estamos pidiendo salario para los docentes que trabajan ad-honorem lo cual yo creo que representa una de las grandes vergüenzas que hoy tenemos dentro del ambiente universitario que por información de las propias autoridades universitarias llegan a 31.000 en todo el país. Lo cual es una cifra exorbitante. Acá en la UBA hay unos 20.000 docentes universitarios que trabajan ad-honorem es decir, sin siquiera, no solamente sin salario, sin obra social, ’por amor al arte’.”

Al escuchar estas palabras, daba la impresión de que los docentes no estaban pidiendo nada del otro mundo, es decir, la lógica de su discurso era evidente, más aun considerando la importancia que debería recibir la educación siendo la responsable de la formación de nada menos que ciudadanos.
En este sentido se asemejaban todos los discursos de los docentes entrevistados. Uno a uno nos hablaron de los mismos problemas, a lo que también se fue sumando el descontento por la falta de interés por parte de los medios de comunicación masiva. Y era cierto, los medios “brillaban por su ausencia”. En lo personal yo hasta el momento no había visto, ni vi al volver a mi casa nada en la TV, ni encontré nada en el diario acerca de la protesta de los docentes frente al ministerio. En el lugar solo había Docentes y estudiantes.
El mediodía se acercaba, y con él, el hambre. Luego de varias entrevistas, idas y venidas por la plaza y decenas de fotos sacadas, consideramos con mis compañeras que ya habíamos visto y escuchado suficiente como para tener una idea acerca “de qué se trataba” la carpa levantada por los docentes de las universidades públicas en frente del ministerio, por lo que decidimos dar por concluida la tarea en la plaza.
Ya de noche, en el viaje en tren de vuelta a casa entre otras cosas pensaba en el trabajo de la plaza. Creo que valió la pena perder horas de sueño para ir al encuentro de una realidad que en gran proporción nos afecta a todos sin que nos demos cuenta. Es entendible que al ver día a día las mismas cosas en la calle o en la TV se vuelvan “moneda corriente”, las naturalicemos y dejen de llamarnos la atención.
Considerando esto, creo yo que un hecho como la carpa deja de ser interesante para los medios. Por eso estimo que fue bastante fructífero tener que detenerme frente al hecho, observarlo de cerca y poder cuestionarlo.
Lisandro Argañaraz

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