27 de septiembre de 2007

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¿Qué podemos decir cuando se nos aparecen palabras como: crisis, calor, frío, patria, política, medios de comunicación, trabajo, hambre, dignidad, vergüenza, familia, discriminación, calle, muerte, infancia... futuro?

Sinceramente, remontar la imaginación y el pensamiento a la crisis que sufrió el país en el 2001 y que aun la “marea” de la desestabilización social nos golpea, es crear una puesta en escena muy fuerte, muy dura. Es revivir los ruidos de las cacerolas, lo sofocante del calor, el olvido del fútbol, y el resurgimiento descarnado, desmedido y violento de la patria. Como una nueva patria, como un pedido de auxilio, un S.O.S. masivo ante el abandono, la precarización de la dignidad humana y la acentuación de la vergüenza que conforman una nueva identidad en las personas.
Y estos hombres y mujeres protagonizan un único movimiento social, la centralización del oficio del cartón, la búsqueda de un “pan de corrugado” o un “sachet de madera” y todo esto en medio del tren blanco, como un puente entre la miseria de la vida y el nuevo idioma del trabajo. Como si el hambre de comida y de trabajo sea poca cosa, estos hombres y mujeres, salen a la vida con la frente en alto, con la bandera de la calle, con el claro let it motiv “no molestamos a nadie”, “hicimos una fuente de trabajo” y con el asumido mote de sobrevivientes que sobreviven.

Pero ¿qué sucede con estos hombres solitarios despojados de vergüenza y sufridos por ello mismo? ¿Acaso la vida les prepara nuevos desafíos más fatalistas que el hambre y el agotamiento ético y físico? ¿Realmente tienen estos seres ética? La respuesta la dan ellos mismos, alegando que son el sinónimo preferido de la discriminación, de las malas miradas, de los bajos conceptos y del alto riesgo, como por ejemplo es mandar a sus hijos a “cirujear” y que estos lo tomen como diversión, como trabajo, como algo para hacer ya que el país no les da otras posibilidades desde esa prematura edad.

“El tren blanco” te muestra eso y mucho más, te muestra lo que no se ve y te deja entrever el dolor de los cuerpos, la dureza de la calle y el “sin salida” que la vida les regala a estos personajes de la gran ciudad que esperan en la periferia para llevarse todo, todo eso que luego de muchas horas de trabajo por semana (sin un día franco) les facilita el acceso a un pan ya no corrugado ni un sachet de leche hecho imaginariamente con cajones de frutas.
Por ultimo me gustaría agregar una critica muy personal pensando en aquellos que pueden llegar a este documental desde un lugar de ignorancia absoluta y respetable. Y es que este film no nos muestra cual es el final de semejante lucha, de tantas horas de pasos con un carro a la espalda, tanta asfixia e incomodidad en el tren o tantas miradas encimas. No vemos como ese “cartón” que simboliza la comida, los útiles escolares, la gaseosa por gusto, etc. se transforma en dinero para capitalizarlos en deseos o mejor, en necesidades.

Daniel Francisco

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