10 de diciembre de 2007

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Las contradicciones del turista

Plantar un árbol, escribir un libro, tener un hijo, darle una moneda a un pobre…
La caridad es algo que no sólo se aprende en la escuela; también en la calle, en un trabajo o hasta en un viaje.
Existen casos en los cuales las personas son llevadas por una situación en particular a realizar un acto caritativo repentino y fugaz, no permitiéndole realizar una verdadera reflexión sobre esta actitud y exponiéndola luego a contradecirse de manera casi inconciente. Esta particular acción de caridad y la consiguiente contradicción es un fenómeno al cual se le puede encontrar con facilidad, escenario y protagonistas propios: nosotros lo relacionaremos en este caso con el turista que muchas veces, al elegir un destino que no se encuentra del todo adaptado a la llegada de éstos, termina tomando una actitud de superioridad con los nativos del lugar que visita.
Buscando un lugar dónde se dé esta situación con frecuencia, podemos ver que no hace falta remontarse a aquellos paisajes lejanos, cómo sería por ejemplo el África, donde se sabe, miles de hombres blancos viajan para ver como viven los animales y los hombres en la selva.
De hecho podemos observar que en una de las provincias de nuestro país suele ocurrir que turistas y nativos de una misma nacionalidad participan de este tipo de situaciones.
Se trata de la provincia de Jujuy, en cuya capital aterrizan cada verano cientos de turistas. Al llegar, estos bajan de los micros y se encuentran con la bienvenida de los pequeños niños que ofrecen cantarles una copla por unas pocas monedas. Los turistas exaltados por la llegada acceden instantáneamente al pedido de los pequeños lugareños. Luego de escuchar la copla siguen rumbo a sus hospedajes, mientras los niños corren en busca de otra camada de recién llegados.
Esta situación ejemplifica a la perfección la primera parte que compone el fenómeno del que hablamos: los turistas realizan una acción caritativa pero se trata de una actitud en parte obligada, y fundamentalmente desinteresada con la razón por la cual los niños se encuentran allí al pie de los micros, cantando al ver las monedas, tal como la foca baila al escuchar el silbato de su entrenador.
Decimos que este ejemplo es sólo una introducción al fenómeno del que hablamos porque el viaje sigue, y en el segundo destino obligado, también en Jujuy, el problema de la caridad desinteresada y sin reflexión da lugar a que aparezca la contradicción del turista.
El segundo destino, a diferencia de San Salvador, se encuentra mucho menos corrompido por el turismo. Se trata de la Quebrada de Humahuaca, donde se puede observar con claridad que la naturaleza no sólo se ve en el paisaje, sino también en sus habitantes, que lejos se muestran de estar acostumbrados y contentos con la llegada de los visitantes.
A diferencia de los niños cantores que asechaban a los recién llegados, se puede ver cómo los humahuaqueños están recelosos y sin intención de relacionarse con ellos. De hecho los visitantes, acostumbrados ya a la bienvenida que recibieron en San Salvador, se sorprenden al notar la indiferencia de los habitantes de la Quebrada.
Es en este particular paisaje donde aparece entonces la contradicción en las actitudes del turista, dejando ver con claridad el fenómeno del que hablábamos al principio. Los turistas interrumpen la cotidianeidad de los humahuaqueños: la acción caritativa de la que habían formado parte hacía unas horas los posicionó inconcientemente en un lugar de superioridad. Pero este paisaje y sus originarios, les exigía una actitud más neutral y distante; ellos no podían ya respetar ese pedido.
Esto se puede ver cuando al llegar, los turistas sacan sus cámaras y se disponen a tomar fotos de los nativos, como si estos fueran simples objetos del paisaje. Los humahuaqueños enojados les piden que dejen de hacerlo, dado que no quieren que les tomen fotos ni a ellos ni a sus animales, y mucho menos a sus hijos; explican indignados que las fotografías les quitan el alma a las cosas.
Lejos de entender o al menos reflexionar sobre el pedido de los nativos, los recien llegados se esconden y se agachan para sacar las fotografías: sus costumbres, que no son más que diferentes a las de los humahuaqueños, prevalecen en ese momento ante todo.
A partir de este segundo ejemplo podemos ver cómo el círculo se cierra: en un principio vimos cómo el turista es llevado a tener una actitud caritativa sin previa o posterior reflexión, posicionándose en una situación de superioridad. Esto lo lleva luego a contradecirse; ya es muy tarde para ponerse a la par del nativo, y la invasión con su cultura y sus cámaras de fotos los ponen en evidencia, indignando no solo al nativo, sino también a cualquiera que, neutralmente, pueda observar la situación.
En conclusión podríamos decir que al igual que pudimos encontrar dos situaciones con las que ejemplificar el problema de la caridad efímera y la consiguiente contradicción – el caso de la llegada de los turistas a San Salvador y luego a la Quebrada de Humahuaca- podemos también encontrar que existen dos víctimas de este fenómeno. Por un lado el más evidente, el nativo: aquel que por necesidad se debe adaptar al turismo y encontrar el beneficio del mismo, o aquel que por el contrario no se adapta y es invadido con cada llegada de los micros atestados.
Pero existe también otro afectado, el turista: este es llevado a formar parte de una contradicción que lo posicionaría con facilidad en el lugar del “malo”, aquel que con su cámara digital le quita el alma a las cosas. Sin embargo, si observamos con atención, no acciona con mala intención; sino que no le es permitido el tiempo de la reflexión. El ritmo con el que está organizado el viaje lleva a que éste sea caritativo en primer lugar y contradictoriamente invasivo luego.
¿Quién sería entonces el culpable de este fenómeno de contradicción, que envuelve al turista y al nativo, en la acción caritativa y la consiguiente invasión? En realidad no sé la respuesta… el trabajo de Diego Tatián1 me llevaría a pensar que tal vez el turismo. Pero esa sería solo la hipótesis inicial de un nuevo y seguramente más extenso ensayo.

Camila Müller

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